Desde Francia
Por Andrés Silva
Durante este primer mes de mi estadía en Francia, he tomado contacto con algunas realidades que por supuesto los grandes medios callan y el Estado trata de esquivar.
Esta historia que voy a contar está enmarcada dentro de la política neocolonial del Estado francés. Es la historia de 1641 niños huérfanos que fueron raptados por el estado francés y llevados de la isla La Reunión a Francia para repoblar algunos departamentos de ese país y ser usados como mano de obra barata.
La Reunión es una isla que se encuentra en el Océano Indio, al este de Madagascar y fue ocupada por Francia desde 1638 pasando a ser un departamento de ultramar. Fue poblada con inmigrantes provenientes de África, China, Malasia e India durante los siglos XVII hasta el XIX.
En la década del 60 en algunos departamentos de Francia se da un fenómeno migratorio de los jóvenes desde el campo a la ciudad, despoblando estos lugares y dejando una población envejecida, además de dejar también una carencia de mano de obra, mientras que en la Isla La Reunión se daba lo contrario y el índice de natalidad crecía aceleradamente. Es en este contexto que el Estado francés decide repoblar dichos departamentos con niños y jóvenes huérfanos de la isla, y una fría noche de Septiembre de 1965, 1641 niños y jóvenes son sacados de unos orfanatos de La Reunión y llevados en avión hasta Paris.
Luego fueron repartidos en 60 de los departamentos del continente en donde el Estado francés pretendió “compensar” la migración con aquellos niños huérfanos, siendo el departamento de la Creuse al que más niños llegaron, un poco más de 400.
“La llegada a Paris me dejo el recuerdo imborrable del frío, temblábamos como hojas sobre nuestras piernitas en nuestros shorts”.
De esta forma lo recuerda Jean Charles Pitou, uno de aquellos niños que hoy 50 años después nos conto su historia.
Jean Charles Pitou nació en Madagascar en 1955, su padre era arquitecto y conductor de obras y su madre no trabajaba. Sus padres se separaron cuando él tenía apenas un año de edad y su padre se encargo de su tenencia durante un corto tiempo.
Luego su padre lo dejo provisionalmente en un hogar y a su hermana en casa de una familia, con la idea de ir por un tiempo a la isla La Reunión para luego volver a juntarse en Madagascar, pero eso nunca sucedió y su padre los abandonó. Esto provoco que durante diez años Jean Charles y su hermana no se pudieran ver, hasta que su hermana tomo la comunión y él fue invitado, pero luego no volvería a verla hasta ser adulto.
Durante esa etapa él estaba en un hogar en Hell-Bourg a 40km de Saint Denis, un lugar perdido en las montañas en el cual estaban separados de todo el mundo.
En La Reunión se vivía una época difícil de mucha miseria, y muchos de los padres de los niños del hogar no sabían ni leer ni escribir, y aprovechándose de esa difícil situación fue que funcionarios de del servicio de orfanatos en combinación con Michel Debré, (quien estaba al frente de la prefectura de la isla en aquel momento), llegan a la casa de los padres diciendo que llevarían a sus hijos a Francia, en donde les ofrecerían un mejor confort, y que harían de ellos abogados y notarios, ´gente muy bien´.
Como aquellos padres no sabían ni leer ni escribir, pero esperanzados en que sus hijos tendrían un mejor futuro, firmaron con una cruz en unos papeles en los cuales no sabían que estaban condenando a sus hijos, en la mayoría de los casos a un largo calvario de injusticia por parte del Estado francés. A los niños les prometieron que los mandarían de regreso para que pudieran visitar a sus familias y su isla, pero ya llevan 50 años esperando ese pasaje de regreso.
El 13 de Septiembre de 1965 hacía un hermoso día en la isla, y esa noche los niños fueron trasladados en avión a Francia, llegando a Paris en una fría noche, Jean Charles Pitou recuerda que el frío los hacía temblar como hojas en sus piernecitas en short, y de ahí el título de su libro “hacía tanto frío”, aunque después de 50 años Jean Charles Pitou sigue sintiendo frío.
Entre los niños que viajaron aquella fría noche, había niños de entre 2 y 14 años, algunos de esos niños desaparecieron esa misma noche y desde entonces no se supo nada más de ellos, algunos murieron tiempo después abandonados, otros se suicidaron, y otros se volvieron sin techo. De los 1641 niños, no se sabe cuántos son ahora.
Aquellos niños una vez que fueron adultos y comprendieron lo que realmente pasaba con ellos y saber del sufrimiento de sus amigos, sintieron la necesidad de regresar a su isla, pero no lo lograron, y en los poquitos casos como el de Jean Charles Pitou que logró regresar por sus propios medios tras haber trabajado desde los 14 años, se encontró con que su padre no lo recibió y su abuelo lo trato de bastardo. Tras intentar durante 5 meses establecerse no lo logro y regreso a Francia, en donde logra salir adelante y formar una hermosa familia.
Desde hace muchos años los que lograron juntarse vienen luchando para que el Estado francés reconozca el delito y abuso que cometió con aquellos 1641 niños, que fueron usados como mano de obra barata, otros fueron incluso esclavizados en granjas, otros cuando quisieron sacar su documento se encontraron con que sus nombres habían sido cambiados, y de algunos nunca se supo nada más.
En el año 2004 formaron una asociación llamada “Génération brisée” (“Generación quebrada”), la cual nació para hacer conocer esta historia y esos 1641 niños no sean olvidados. Gracias a las diferentes actividades y denuncias que realizó la asociación, lograron que el Consejo General de la Reunión los invite a Paris ya que el 13 de Septiembre se cumplen 50 años de este hecho. Para esta ocasión Jean Charles Pitou y sus compañeros lograron sacar adelante una propuesta para que en el aeropuerto de Saint Denis en la isla La Reunión, se coloque un memorial, y que se les financie el pasaje para que él y sus compañeros, los cuales nunca han podido regresar puedan viajar juntos a inaugurar este memorial que representara a los 1641 niños, a los que están y a los que ya no están.
Quiero terminar esta historia recordando algo que decía Jean Charles Pitou cuando terminábamos esta entrevista, “Somos como los últimos mohicanos, y haremos hasta lo imposible para que se haga justicia, y quisiera que en ese memorial quede escrita la historia que ya más nunca nadie podrá callar”.